
Tontas ilusiones de la infancia
Durante mi niñez, la exploración espacial fue algo que siempre llamó mi atención. A día de hoy, con un poco más de idea e información, sigo cuestionando la oscuridad que nos aguarda detrás de un cielo celeste. Starfield, por primera vez, me permitió salir de casa y surcar el universo, pero… ¿valió la pena este viaje?

¿En qué situación aparece Starfield?
Con Starfield en mis manos, puedo darle rienda y dirección a las ideas que tenía preconcebidas de este título. La IP más ambiciosa de Bethesda aterrizó entre muchas polémicas. El contexto que rodea este videojuego es realmente interesante para quienes disfrutan involucrarse un poco más en este mundo con una dosis extra de sociología, o como diríamos por acá, metalore.
Tras haberse concretado la compra de Bethesda por parte de Microsoft, era esperado que más temprano que tarde saliera un exclusivo que volviera a colocar a Xbox en lo alto. Después de la catástrofe que fue Redfall, Starfield tenía la obligación de ser el mejor. Y así fue, arrasó con todo. Por morbo o por disfrute, durante los primeros días los números de jugadores activos fueron realmente altos. La gente quería probarlo ya, aunque hubiera que pagar un poquito más.
Desde hace mucho tiempo, Xbox no captaba tanta atención como ahora, ni siquiera con el lanzamiento de Halo Infinite, su franquicia estrella. Lo que consiguió el nuevo juego de Bethesda fue realmente increíble. La gente habló muchísimo sobre él positivamente, pero también sufrió las «consecuencias» de ser exclusivo y del hate por parte de quienes no iban a poder jugarlo. Muchos criticaron por criticar.
Las opiniones fueron diversas. Estaba claro que Starfield sería un juego que dividiría las aguas de la industria gaming; ya sea por su exclusividad e intereses contrarios o, por el producto en si. Hoy, con el diario del lunes, me atrevo a decir que si este título hubiese sido multiplataforma, la situación no sería muy distinta a la actual. Starfield es un buen juego, pero hasta ahí.

El mismo sabor de siempre
Corta quedó la mecha para lo que suponía ser una revolución en la industria. La revolución real, a rasgos personales, fue Baldur’s Gate III, que siendo de nicho, logró conquistar y atraer a más público a los CRPG. Starfield, por su parte, no se siente como algo nuevo. Es un juego que ya jugué en otro momento, es un Fallout, es algo que ya conozco.
Ojo, con esto no digo que no me guste el juego, al contrario, la fórmula Bethesda de dialogar, explorar y combatir está presente aquí. Así que, si te gustaron los juegos anteriores de la empresa, también te gustará Starfield, pero te darás cuenta pronto que no escapa mucho de lo que ya hemos experimentado en juegos símiles a este nuevo lanzamiento.
De igual forma, producto del hype desmesurado con el que recibí este juego o mi poca capacidad de sorpresa, sentí al instante que este título no me va a ofrecer más de lo que ya me dieron otros juegos. Decepcionado o no, es raro, uno sabe que cuando está por darle play a un juego de esta empresa, las cosas no van a distar de los juegos anteriores. Sí, se ve bien, hay armas nuevas y nuevos diálogos, pero la base es la misma.
Tenía leves esperanzas de que Starfield pudiera llevarme a un extremo, así como lo hizo Elder Scrolls V: Skyrim en su momento. Darme un mundo para poder sentirme completamente protagonista. ¿Consiguió hacerlo? Y… es difícil, porque es una sensación agridulce, en parte si logró entretenerme y gustarme, pero, por otro lado, no consiguió llenarme el corazón. Se quedó a medias.

El juego de exploración sin explorar
Starfield es agridulce, porque la sensación que el juego te da por momentos es que se quedó corto. Es limitado en cuanto a exploración espacial se refiere, dado que el «viaje real» se hace a través de menús. De hecho, lo que menos hice, fue despegar la nave. Desde el suelo ya elegía hacia dónde debía ir y partía desde tierra firme hacia mi nuevo destino con un viaje rápido.
No hace falta indagar más, aquí radica quizá uno de los mayores problemas del juego, ¿cómo un juego de exploración espacial está limitado con menús? Quiero creer que esta decisión fue algo más por ajuste y optimización que por no querer hacerla. Si tan solo nos hubieran dejado despegar y aterrizar la nave dentro de los puntos que marca el mapa, yo no estaría quejándome de nada.
Ahora, la parte dulce de todo este viaje es que cada planeta se siente realmente único. Su fauna, flora, relieves y paisajes son algo que debo aplaudir. Las limitaciones mencionadas no ensucian lo bien que están construidos los planetas. Además, hay lugares interesantes marcados en el mapa que debemos explorar. Desde afuera podremos distinguir si se trata de un campamento, una mina o un laboratorio.
Durante una misión, me desvié de la ruta principal y terminé frente a un laboratorio repleto de enemigos. Entré, registré cada habitación del complejo y fui looteando equipamiento y recursos que podrían servirme más adelante. Ahí, me di cuenta de dos cosas: la primera, que ese acto casi instintivo me comprometía a seguir jugando. La segunda, que había caído directamente en una mazmorra clásica de Skyrim o Fallout y, para mi sorpresa, la disfruté como si fuera la primera vez que juego algo así.

Animarse a pensar fuera de la caja
En el mar de contradicciones que está siendo esta nota, quiero aclarar que esperaba que este juego de Bethesda fuera otra cosa y no otro juego de Bethesda. A ver, si uno parte de que se trata de una nueva IP, se imagina que tratarán de alejarse de su zona de confort para intentar algo nuevo. Algo así como From Software hizo de Armored Core a Dark Souls. Uno espera, espera y se cansa de esperar.
Siendo el juego que ya jugamos mil veces, lo que Bethesda siempre supo hacer bien en Starfield está muchísimo más pulido. Lo que más destaco de todo esto es el gunplay. La sensación de disparo, de recarga, y movimiento con las armas, ha mejorado bastante en cuanto lo que habíamos experimentado en Fallout 4. Disparar es muy divertido y no se siente tan anticuado.
Otra cosa interesante es que antes de comenzar mi aventura, decidí que trataría de llevar adelante la historia por medio del diálogo. El tener una buena cantidad de puntos gastados en persuasión, me permitió frustrar robos y conseguí que un grupo criminal se entregase a la policía gracias a mi labia. El sistema de diálogos volvió a lo clásico, a lo que uno espera de estos juegos y debo agradecerles con todo mi corazón.
La creación de personaje es algo que también me gustaría destacar. Conociendo las limitaciones que tiene el motor en el que se mueve Starfield, debo admitir que las caras y demás se ven un poco más realistas que en juegos anteriores, donde por ahí, destacaba más los diseños de rostros caricaturescos. El espectro de personalización es amplio, de hecho, logré hacer que mi personaje se pareciera a quien les escribe hoy. Algo que jamás pude conseguir en otros títulos.

El delivery de chatarra
Evidentemente estos juegos, además del gameplay, se sustentan en una historia. Siendo el punto más fuerte que también suelen tener los juegos de Bethesda, podemos decir que la campaña principal de Starfield cumple bien. Tiene altibajos, momentos épicos y referencias interesantes. Me gustó, es entretenida y no cae mucho en el problema que cayó Fallout 3 y 4. Esta vez no hay familiares perdidos que rescatar, sólo son fragmentos que recuperar.
El planteamiento de esta historia está bien hecho, es motivo suficiente el tener que recuperar del gran espacio una serie de fragmentos «mágicos» para poder hacernos viajar entre sistemas y planetas. Sin embargo, como el viaje y exploración está un poquito limitado, el «viajar» es casi inexistente. Se siente como si fuera un juego donde desde un espacio común seleccionas una misión y automáticamente te despliegas en un terreno generado únicamente para ese momento.
Para mi, lo más divertido que tienen este tipo de juegos son las misiones secundarias. De hecho, tanto Skyrim como Fallout, se nutren y son recordadas por las actividades complementarias a la historia principal. En Starfield, estas actividades están mejor planteadas. Muchas veces no hace falta ni siquiera dar con ese NPC para empezar con la misión, con haber pasado por la zona y haberlo escuchado mencionar algo importante, ya se nos dá la posibilidad de arrancar una nueva misión.
Muchas de ellas nos llevarán a lugares divertidos con resoluciones un poco fuera de lo usual. Sin hacer espóiler, las misiones y actividades secundarias, como podría ser unirse a una facción, es lo mejor que tiene Starfield. Destaco también la amplia capacidad de resolución que tienen las mismas, logrando que, si estamos acompañados durante ese momento, nuestro compañero apruebe o desapruebe nuestro accionar.

Con amigos así, ¿quién quiere enemigos?
Starfield también posee un sistema de acompañantes. Aquí, ellos también podrán interceptar en nuestras conversaciones para aportar dinamismo a la misma. Está claro que los desarrolladores quisieron que todo se sintiera un poco más “real” en ese aspecto. Si hacemos algo que no es compatible con el carácter de quien está a nuestro lado, probablemente nos insulte, se separe de nosotros o, en la próxima parada, se baje de la nave y nunca más lo volvamos a ver. Sí, a ese punto de tóxico llega este juego.
Otra cosa tóxica para mí es el árbol de habilidades. Éste está dividido en diferentes clases y subclases; de ahí, podremos adquirir nuevas habilidades o mejorar nuestro personaje para obtener ventajas durante nuestra partida. Por ejemplo, si quiero convertirme en un hábil tirador, debo cumplir ciertos requisitos antes de poder subir el rango de habilidad, lo cual, a la larga, podría direccionarnos a una especie de farmeo bastante innecesario.
Algo «nuevo» que incluye este título son los poderes. ¿Recordás los cementerios de dragones en Skyrim? Bueno, regresaron en forma de templos espaciales perdidos. Allí, en vez de leer un grito, tendremos que perseguir una estela de luz para desbloquear un nuevo poder cósmico. ¿Son funcionales? No, al menos para mí no sirven y están lejos de ser mejores que los gritos que podíamos usar en Skyrim.
A diferencia del GOTY de 2011, este nuevo juego tiene algo que no termina de convencerme. Los gritos eran opcionales y eventualmente podías toparte con uno. Ese momento, dónde empezabas a escuchar la música o el rugido de un dragón, era demasiado especial. En Starfield, obtener los poderes es parte de la gran misión principal y eso, a mi parecer, aleja un poco más al título de darnos sorpresas. Sí, tendríamos que dar mil y una vueltas por el cosmos para encontrarlos, pero tendría más sentido que ir rastreándolos.

El manotazo de ahogado
Starfield es como estar perdiendo por 5 a 0 un partido importante y hacer un gol. El resultado no cambia, seguís perdiendo, pero para el promedio general un gol a favor siempre viene bien. En este caso y llevado a nuestro terreno, para Xbox meter un exclusivo interesante de vez en cuando ayuda al balance general de gestión. Recordemos que, en cuanto a servicios, Xbox domina, pero en cuanto a exclusivos deja mucho que desear.
Algo que me dolió fue el no poder haber disfrutado de Starfield con la misma ilusión con la que viví otros títulos de Bethesda. Es culpa mia, claro está, pero este proyecto de más de 25 años tampoco se esforzó en separarse de lo que ya conocíamos. Apostó a lo seguro y recortó muchas cosas que podrían haber hecho que este juego sea diferente.
Tenía serias intenciones de poder escribir y transmitir felizmente mis aventuras en la mayor opera espacial de los últimos años, pero lo más cerca que estuve de eso, fue contar una breve anécdota en un laboratorio de robots para después sentarme, como viejo que mira la vereda, a recordar juegos pasados. Una noche me puse «Space Oddity» de Bowie en loop esperando que ese empujón externo al juego me diera un momento único. Evidentemente no lo conseguí.
¿Qué es Starfield entonces? Es un juego que ya jugué, tristemente no me llevó hacia donde esperaba que me llevase. Por momentos disfruté muchísimo las posibilidades y diálogos que me dio el juego, pero no terminó de llenar mi corazón. Sin embargo, debo recomendarlo porque, para quien no tenga la mente tan consumida por Skyrim y Fallout, puede ser una experiencia interesante y sólida. Además, si tenés Game Pass lo podés jugar totalmente gratis.