
«¡Felicitaciones, héroe! Seguramente, incluso el propio Diablo, sintió la furia desatada cuando rompiste la piedra del alma de su hermano»
Han pasado más de veinte años, señor. Muchos han intentado reemplazarte, superarte y destronarte; ninguno ha podido. La revolución, solo se da una vez en la historia y vos la habéis conseguido. Mucho tiempo ha pasado desde aquel glorioso 29 de junio de 2000, pero todavía tus recuerdos viven en mi. La excelente forja de Blizzard North ha perecido ante el Nómada de la Oscuridad, pero el solemne Vicarious Visions te ha ayudado a que las nuevas generaciones puedan conocerte, a ti, al rey del action role-playing. Bienvenido su alteza, Diablo II.
«Recuerdos que mienten un poco, siempre fue así»
Si la nostalgia tuviera forma corpórea, sería el inicio de Diablo II: Resurrected. Al igual que en el clásico juego de Blizzard, lo primero que nos encontramos es con la icónica presentación homónima, que se ve precedida por la helada cinemática de la difunta Blizzard North. Dos desarrolladoras santas que han caído luchando contra el mal. Es irónico. La historia de este juego contempla la posibilidad de que todo héroe triunfante ante Diablo, se vea corrompido unos años después. Es ahí cuando comienza la narrativa de Marius, nuestro narrador y testigo del héroe caído. Con una cinemática primorosa. Son tan perfectas, que no me extraña que el único aporte de Blizzard al desarrollo de Diablo II: Resurrected sean estas. Y lo curioso es que en mi mente, las cinemáticas originales se veían así.
Lo mismo sucede con el juego per se. Tonto de mí que hace unos años se compró Diablo II en Battlenet, esperando resucitar las viejas glorias y se encontró con un juego que… no envejeció tan bien visualmente. Es un hecho, y es entendible. Pero en mi mente, Diablo II era exactamente así como me lo imaginaba. Como lo recordaba cuando intenté entrar en Grim Dawn, el falso profeta de la supuesta secuela espiritual que ni siquiera la misma Blizzard pudo superar. O cuando quería jugar Path of Exile e incontables juegos similares. En todos, mis recuerdos sobreponían a Diablo II como un mejor juego, más bello, más arcaico, más… idóneo. Y claramente estaba equivocado, pero por fin tenemos una remasterización que cumple exactamente con lo que necesitaba.
El trabajo de Vicarious Visions es admirable. Ese estudio logra entender cada una de las sagas que toca, y las resucita. Crash Bandicoot, Spyro y Tony Hawk han tenido una nueva vida para sus fanáticos. Una que cumple con los estándares visuales de hoy. Diablo II: Resurrected no es la excepción. Los modelos, las animaciones, los escenarios, sus monstruos. Todo ha sido reimaginado y reinterpretado a tal punto, de que para mí está más cerca de ser una remake, que una remasterización.
Arcaico, en el buen sentido de la palabra
Diablo II: Resurrected funciona exactamente con el código fuente original. Una prueba de esto es poder intercalar entre el juego clásico y la reimaginación. Gracias a esto, algunos jugadores de Battlenet han podido transportar su progreso original hacia la nueva versión, y me parece fantástico. Vicarious Visions no solo nos dejó mecánicamente casi el mismo juego, sino que hizo unos cambios menores que lo favorecen. Agrandar el alijo personal y agregar otros para compartir con tus compañeros, la recogida automática del oro, incluso una conexión simplificada para jugar en línea. Lo básico para actualizar un juego de otro tiempo.
Es realmente para aplaudir. El saber qué tocar y qué no, es una virtud que tiene el estudio y se agradece. Porque realmente la experiencia original está ahí. Lo que hace a Diablo II ser el mejor ARPG de la historia continúa. Una de estas cosas es no perdonarte el jugar sin cabeza. A diferencia del nefasto Diablo III que te llevaba de la mano, si te equivocaste o gastaste puntos en cosas innecesarias, es muy dudoso que sobrevivas a las oleadas más aguerridas. Es más, probablemente necesites de una guía al lado tuyo para que te acompañe en tu viaje. Yo tengo una. Y es una sensación muy grata la de reencontrarse con foros al estilo Diablo2Latino.com u otros páramos alejados del internet contemporáneo. Bienaventurados los que recuerden esos secretos que acarrea el juego, pero mi yo de siete años solo recordaba lo esencial.
Por suerte casi todo se traduce bien al control. En general es correcto. Creo que es un punto medio entre la simpleza que ofrecía la primera entrega en PlayStation 1 con el dinámico control en Diablo III. Todos los menus se pueden manejar, tanto con el D-PAD o con el clásico cursor del analógico. Un agregado que se aprecia es que hay varias teclas rápidas para mover, vender o reparar que nos facilita la vida. Excepto cuando estamos en combate. Ahí es donde se complica la cosa, ya que si te quedás sin pociones dentro del cinturón, a menos que agarres nuevas, las tenés que poner manualmente. Y claro, esto no se ejecuta tan eficazmente como con un mouse, pero creo que es parte de la esencia.

Todo es mejor con una compañía
Las sesiones de LAN con amigos es lo mejor que le pasó a la industria. ¿Hay algo más sano que juntarse con amigo a jugar decenas de horas, sin dormir y comiendo basura en una habitación careciente de luz solar? Si lo hay, no me interesa. Es una lástima que las nuevas generaciones se hayan perdido esto. Ir a la casa de tu amigo con el gabinete en mano, los cables y periféricos en una mochila semi abierta y tener que hacer un segundo viaje para llevar el monitor de rayos catódicos es… memorable, cuanto menos. La llegada del internet a todos los hogares disrumpió con este maravilloso evento que se daba por varios días, pero por lo menos ahora podemos jugar con amigos de «otros mundos».
La experiencia en solitario es magnífica. Te permite apreciar la historia de Diablo II. Revivirla. Pero jugar con amigos es otro meta. No es mejor, ni peor, es distinto. En los comienzos del milenio, lo más cercano al internet que tuve es el LAN. Una vez se estandarizó, ya estaba en otra etapa con el Ombú Server y Warcraft III. Por eso realmente me permití vivir por primera vez el online con @pancho-wav, que está residiendo en otro país del Mercosur y estamos teniendo unas sesiones geniales. Nos perdimos, seguimos de largo, morimos y reímos en nuestras travesías, skipeando todo diálogo y cinemática posible.
La mayoría de las veces funciona bien, sin lag, ni problemas mayores. Tengo entendido que los jugadores de computadoras están teniendo algunas dificultades, y yo me he visto algunas horas sin poder entrar a jugar en línea, pero nada que con el pasar de los días se solucione… espero.

Blizzard ha visto mejores días
Lejos han quedado los días de la antigua Blizzard. Con la compra de Activision todo se fue diluyendo y entrando en decadencia. Como el héroe triunfador del primer juego. A pesar de esto, el juego es tan sólido, que al momento en el que empecé a cansarme de estar tanto tiempo jugando, noté que era de noche, habían pasado como siete horas y básicamente me terminé todo el primer acto en una sentada. Es increíble. Diablo II: Resurrected es un sueño hecho realidad. Si nuestra memoria genera recuerdos que mienten un poco, haciéndolos más lindos de lo que eran, efectivamente esta remasterización son esos lindos recuerdos.
No importa qué versión. Tanto en la versión de rendimiento a sesenta cuadros por segundo, como en la versión que prioriza la calidad gráfica a la mitad de frecuencia. El juego es espectacular. Aunque si tuviera que elegir, el juego llega a ser tan veloz y lleno de partículas, que la falta de resolución no se nota casi nunca. Si hay que elegir, el gameplay sí se favorece ante el doble de cuadros por segundo y me alegra increíblemente tener esta experiencia en consola. Pero lo importante es jugarlo. Y hasta ahora, Diablo II: Resurrected es mi juego del año.