La masividad de los juegos online y los esports ha logrado que el mundo gire alrededor de estar constantemente compitiendo contra otros y ser mejor que los demás
Los videojuegos se encuentran hace años en una época de auge donde todos conocen un poco de ellos y van teniendo más repercusión en la vida cotidiana. Este contexto se debe al avance de la tecnología, el crecimiento de los esports y la gran cantidad de juegos online que surgen. Sin embargo, con el pasar de los años, se ha ido creando una cultura que ronda sobre este último tipo de videojuegos.
Fortnite, Call of Duty, Battlefield y Overwatch son algunos ejemplos de cómo los juegos online fueron dominando poco a poco el mercado de los videojuegos. Con mercado nos referimos a todo espacio en donde estos puedan recibir visitas, likes, atención e información y llegar a más espacios. Desafortunadamente, estos tipos de experiencias han logrado modificar las percepciones de las personas a la hora de jugar otros títulos.
Sitios de noticias, YouTube, Twitch, redes sociales e internet en general se han vuelto espacios de guías. Para todo existe una forma óptima en la cual la victoria está asegurada y se pueden evitar cometer errores siguiendo los consejos paso a paso. Empero se entiende que, en los juegos online, ésta sea una actitud más generalizada, ya que siempre reciben actualizaciones de las que uno quiere estar al tanto.
Tampoco se quiere criticar a las guías, existen desde que salieron las primeras revistas de videojuegos y nunca dejarán de hacerlo. Siempre vienen bien, sacan de aprietos a muchos y evitan, en algunos casos, perderse elementos importantes de aventuras que no cuentan mucho en su gameplay. Lo cuestionable es la existencia de una forma perfeccionista de ver las cosas y marcada por una serie de pasos que aseguran el éxito.

Lo que perdemos los jugadores
Existen títulos, independientemente de ser online o no, que tienen diferentes intenciones para su receptor. Emociones extremas, relajarse, pasar un buen rato con imágenes lindas o la música, son algunos de los millones de objetivos que tienen los desarrolladores con sus creaciones. Pero para todos y cada uno de los juegos populares existen formas para ayudar al jugador.
¿Y qué es lo que se pierde entonces? Probar cosas diferentes. Estas ayudas se instalaron tanto en el subconsciente que ya no vale la pena arriesgarse a probar una nueva alternativa, no sirve de nada cuando se puede googlear y obtener la respuesta en unos segundos. En el momento que la persona se harte de obtener el mismo resultado en un nivel o acertijo, accederá a la vieja confiable, destruyendo el objetivo del equipo de desarrollo.
Un ejemplo claro de todo lo dicho hasta ahora es Fall Guys. Este, además de ser uno de los juegos online más grandes, es un battle royale caracterizado por ser completamente diferente a los demás. No hace falta saber apuntar, tener conocimiento del mapa o aprenderse los daños de las distintas habilidades, simplemente se necesita jugar y pasarla bien con el intento. Justamente este último elemento fue el que lo diferenció de los demás juegos.
Pero la naturaleza del ser humano es incontrolable. Al poco tiempo de salida de Fall Guys ya existían guías y videos explicando cómo pasar y aprovechar fallos del juego para pasar de ronda. Esto únicamente demuestra que lo que importa a la hora de jugar es ser el mejor. El usuario pierde más tiempo en pensar cómo ser el mejor que en disfrutar una experiencia diferente a las demás, piénsese en Fortnite, Call of Duty u Overwatch. La necesidad constante de competir, desafortunadamente, alcanzó picos que no parecen bajar.

El problema de la mirada competitiva
Aquí es donde entra el factor competitivo de los esports. Las competiciones electrónicas, poco a poco, han logrado adueñarse de un inmenso espacio dentro del mundo del gaming, tanto es así que en Argentina la comunidad y equipos han alcanzado grandes hazañas como reconocimiento. Los más conocidos en este ámbito se podría decir que son los coreanos, teniendo a Faker como su mayor exponente.
A lo anteriormente dicho se le suma que de los miles de juegos online que salen hoy en día, el 99% tiene un esquema clasificatorio/competitivo/ranked. Estas modalidades de juego ya de por sí significan algo diferente en el jugador. Partidas en las que se nos dará un emblema o numeración por nuestra habilidad, en las cuales mientras mejor nos vaya, mejor calificados estaremos para jugar con personas superiores. La diferencia con partidas normales es tan pequeña que logra una forma de jugar y pensar diferente en las personas.
Todo tiene mayor importancia y cada segundo cuenta. Si algo no sale bien, se frustran rápidamente, los compañeros que juegan mal son una molestia para uno y para el equipo, todos buscan constantemente el éxito inmediato y difícilmente puedan reconocer sus errores. Desafortunadamente, esto lleva, muchas veces, a comportamientos inadecuados e irrespetuosos con los demás jugadores. Muchos juegos son conocidos por tener una base de fanáticos muy tóxica en cuanto a modos competitivos se trata.

El resultado final de los juegos online + los esports
De las miles de partidas perdidas que uno tiene, va surgiendo poco a poco la ira. Esta ira lleva a que ganar se vuelva una necesidad imperiosa, convirtiéndose en la única forma de apagar este cataclismo de sentimientos. Una vez hecho, aquella sensación nunca desaparece. Cada vez que se vuelve a jugar distintos juegos online, la necesidad imperiosa de ganar y ser el mejor está presente. Independientemente del juego que sea o su dificultad, ya no se lo vuelve a tomar de la misma manera y las actitudes son las mismas.
Es aquí donde nace el pensamiento competitivo de las personas. Querer ganar constantemente y reflejar angustia/enojo a niveles extremos si esto no ocurre se vuelve una práctica muy común. Al final lo único que queda es poder utilizar estrategias ajenas y guiarse constantemente para salir victorioso. Cuando se llega a este punto cualquier cosa vale y todo está permitido, dejando de lado lo más lindo de los videojuegos, el poder jugarlos.